
Además, el ser humano está compuesto básicamente de un 70% de
agua (80% en los niños), con las correspondientes cargas electrolíticas que todo líquido contiene. Emitimos y recibimos cargas eléctricas y, todo ser humano, es un conductor idóneo de la energía precisamente por tener tanta agua en el cuerpo; así pues, somos criaturas electromagnéticas y sensibles a cualquier radiación.
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